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Phineas y Ferb La Pelicula, Cap11

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Capítulo XI

Rescatando al soldado Perry


Bajo un tremendo diluvio, Doofenshmirtz se encontraba volando sobre un espeso pantano, vaya uno a saber de qué estado. Es más: hasta era probable que ya hubiera abandonado el país, aunque para él, eso era relativamente imposible. Su intuición era infalible…

-Oh… creo que voy por buen camino. Es muy probable que Perry el Ornitorrinco esté atrapado aquí. Es un lugar lejano y denso, perfecto para una organización súper secreta. Estoy seguro de que si hago esto, y esto, y luego…

Y siguió pensando qué hacer, mientras tanto, en otra avioneta, Baljeet, Ginger, Buford y Django seguían buscando a los chicos. Aunque, a decir verdad, no parecían estar esforzándose mucho.

-¡Mira como conduzco!-exclamó el bravucón, moviendo los controles con sus pies y recostado sobre su asiento.

-No hagas eso, tonto-le reclamó el australiano-puedes chocarte con algo.

-¡Oh! Y... ¿con qué?-preguntó, sarcástico-¿Con un farmacéutico chiflado?

-¡Quita los pies, caramba!

-Bien, bien...

Se sentó bien, y, entonces, miró hacia adelante.

-Pero... ¿qué es eso?-preguntó.

Sin darle tiempo a reaccionar, otra avioneta se encontraba volando directamente hacia él. En ella, viajaba nada más ni nada menos que Heinz, que seguía pensando, distraído.

-...y luego, y después... ¿y eso?

Ahora sí, él también miraba al frente, y veía el vehículo volador de los niños yendo directamente hacia él.

-¡Ahhh!-gritó Heinz, en su clásico acento alemán, e intentó desviar el vehículo.

-¡Ahhh!-gritaron también los niños, y trataron de esquivarlo.

Desafortunadamente, no lo lograron a tiempo, y el ala de la avioneta del hombre chocó contra el frente del transporte de los chicos. Éste resultó ileso, debido al intenso trabajo que habían hecho dos días atrás, pero el científico malvado comenzó a descender rápidamente en picada.

-¡Adiós, mundo cruel!-gritó, un segundo antes de estrellarse.

Finalmente, terminó cayendo al suelo. Los niños no pudieron hacer más que mirar como explotaba al chocar y levantaba una gran nube de polvo. Cuando éste se disipó, pudieron ver que había terminado totalmente destruido. No quedaba prácticamente nada.

-¡Oh, no!-gritó Baljeet, horrorizado-¡Hemos matado a alguien!

-Ustedes lo vieron... él estaba ebrio-comentó Buford, buscando excusas.

-¡Todo esto fue tu culpa!-exclamó el hindú, enojado-Además... ¿cuánto se supone que llevamos aquí arriba? ¡Dos días! ¡Quién sabe cómo estarán los chicos ahora! ¡Todo por tu irresponsabilidad!

-¿Mi qué...?

-¡Fuiste un irresponsable, baboso! ¡Debimos llegar a Nueva Orleans hace largo rato ya! Pero claro... ¿cómo llegamos hasta allí con un "jefe" que intenta conducir con los pies?

-¡Ya basta!-rugió, y lo sujetó del overol-No quiero más contestaciones tuyas. Yo soy el jefe, y aquí se hace lo que yo ordeno. ¿Capisci?

-Sí, sí...

El grandulón y Django se sentaron de nuevo en los asientos de piloto. El moreno, en cambio, se alejó unos metros, triste. Ginger lo siguió, preocupada por él.

-¿Qué te pasa, Jeet?-le preguntó ella.

-Buford no sabe como manejar a una tripulación... míralo, nos está llevando por lugares que no están ni cerca de Nueva Orleans... ¿qué puedo hacer?

-Debes enfrentarlo...

-Pero ya viste lo que pasó... la próxima me golpeará, me insultará... no puedo hacerlo.

-Oh, Jeet... no debería ser así.

Dicho esto, le colocó una mano en el hombro. Sentir el contacto de su mano allí lo reconfortó de una forma inesperada.

-Wow... gracias, Ginger. ¿Puedo hacer algo por ti?

-Claro... ¿no me darías un beso?

-¿Qué?

Repentinamente, ambos se sonrojaron completamente luego de la pregunta de la chica, la cual intentó corregirse de alguna manera.

-Eh... digo... si me das un peso.

-¿Un peso? Esto es Estados Unidos, Ginger.

-Bueno, un dólar...

-No tengo. Y, si me disculpas, creo que aún puedo ayudar a controlar este avión.

El muchacho se sentó en su lugar y siguió ayudando como copiloto del vehículo. Mientras, ella se quedó pensativa.

-Vaya... por poco y lo pierdo todo... pero... ¡él se sonrojó!-exclamó, contenta-¡Como pasó en su jardín! ¿Acaso gustará de mí...?

Él también pensaba, mientras conducía el avión. ¿Por qué se sonrojaba cuando estaba con ella? ¿Qué cosa había allí que le hacía sentir eso? ¿Acaso... estaría enamorado...?

-Nah, eso es ridículo-murmuró, y siguió con su trabajo.

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A pesar del tremendo choque, y del hecho de que el avión había quedado convertido en chatarra, Doofenshmirtz, increíblemente, seguía vivito y coleando. Salió del vehículo un poco mareado y, por esto, olvidó que no había plataforma o algo donde apoyar los pies, y terminó cayendo sobre la tierra. Demás está decir que ahora la tierra era lodo debido a la lluvia que estaba cayendo.

Se levantó, se limpió el rostro con ambas manos y dijo:

-Cielos... ¿cómo pueden dejar a los niños de hoy conducir un avión? Es una irresponsabilidad de sus padres, aunque… bueno, es probable que estuvieran bajo los efectos de mi lavador de cerebros.

No era justamente por eso, pero no importaba en ese momento. El problema era que ahora él estaba atrapado en un pantano, muy lejos de su hogar y sin forma de volver.

-Maldición… ¡estoy atrapado en este estúpido lugar con esta estúpida chatarra y jamás encontraré esa estúpida agencia!

Y empezó a caminar, (no sin antes guardarse en uno de sus bolsillos un revólver lanza rayos y una soga con un gancho) empapado y tratando de no hundirse en el barro. Salir no iba a ser fácil de allí, él lo sabía, pero era necesario para poder arreglar las cosas. Igualmente, no dejaba de quejarse y lanzar maldiciones al aire.

-Horrible lugar, horrible vida… ¿qué acaso no hay salida?-preguntó a los gritos, buscando explicaciones-¡Ya no aguanto más! ¡Sólo falta que me reviente la nariz contra la sede de esa inútil agen…!

Y, como si fuera premonitorio, tanta distracción hizo que se golpeara la puntiaguda narizota contra una enorme pared. No podía ser, no quería creerlo, pero así era: el edificio de La Agencia se erigía frente a él. Al darse cuenta, saltó de felicidad.

-¡Al fin!-gritó-¡Aquí está! ¡Tenía que estar en este maldito agujero del demonio! ¡Pero sí, este es el lugar!

Se trataba de una curiosa, enorme y completamente negra pirámide que parecía no tener ninguna entrada.

-¡Vaya! Como que este lugar me recuerda a algo...

En eso, dejó de llover, y salió el sol. Fue así que un rayo de luz blanca iluminó una cara del edificio, y, de alguna forma, lo atravesó, para luego salir por el otro lado como un perfecto y hermoso arco iris.

-Ah, ya lo recuerdo... je, je, que buenas épocas... por cierto, ¿en qué estaba...? Ah, sí... mejor me fijo como entrar.

El científico bordeó el lugar y trató de encontrar alguna abertura para ingresar, sin éxito. Ya estaba a punto de darse por vencido cuando recordó algo.

-Creo que podría subir por arriba con el gancho y destruir la cúpula con mi rayo... y así entraría sin problemas... pero adentro podría ser riesgoso si me encuentro con alguien y me desarman… a menos que…

Se metió la mano en el otro bolsillo y esperó el milagro. Sí: ahí estaba lo que necesitaba.

-Estoy listo.

Heinz era muy habilidoso con las manos, por lo que no le resultó difícil lanzar el gancho y clavarlo cerca de la cima de la pirámide. Con todas sus fuerzas, tiró de él y comenzó a trepar de forma estrafalaria por una de las paredes del sitio.

-Este truco me lo enseñó Adam West-comentó.

Tras unos minutos de utilizar todos sus pocos desarrollados músculos, logró llegar y aferrarse a la punta, para luego quitar el garfio de donde se encontraba clavado.

-¡Lo logré! Bien, tengo que abrir esta cosa.

Tomó su pistola láser y, con nervios de acero, comenzó a cortar un pedazo de cúpula lo suficientemente ancho como para poder entrar, es decir, muy poco, ya que su contextura física era prácticamente la de un fideo. Para cuando terminó, retiró el enorme y pesado trozo y lo hizo rodar hacia abajo. Cosa complicada debido a su forma, aunque a Doofenshmirtz poco le importó.

-Ahora, adentro-susurró.

Tomó la cuerda y, clavando de nuevo el gancho, la tiró hasta que llegó hasta el piso. La bajada no debía ser gran cosa, ya que sólo debió utilizar tres metros de ésta.

Descendió hasta pisar firme, y caminó sigilosamente. El lugar no tenía absolutamente ninguna luz, ni tenía ninguna oportunidad de defenderse si era atacado, pero igualmente siempre llevaba su revólver en la mano.

De repente, debió cruzar alguna especie de rayo infrarrojo, puesto que unas luces iluminaron el lugar y una alarma empezó a sonar luego de pasar por al lado de una tenebrosa estatua.

-Intruso, intruso-una gruesa voz se escuchó con fuerza en todo el edificio.

-¡Huyamos hacia la derecha!-gritó Heinz, y se echó a correr.

Fue así que unos cuantos robots se cruzaron en su camino mientras corría. Con gran habilidad, logró destruirlos con su arma, que le estaba siendo muy útil, para poder así seguir corriendo sin problemas.

Finalmente, llegó a la entrada de un cuarto que decía "Privado". Armado con su arma y con la mano izquierda en el bolsillo, se dispuso a entrar, al tiempo que oía una conversación dentro.

-Señor, hay un intruso-dijo una voz adolescente.

-Por favor, Carl, estoy ocupado... bien, ¿en donde estaba? Ah, ya recuerdo... mira, ahora que lo pienso mejor, no sé quien tuvo la culpa, si tú o tus dueños, pero cometiste un error, Agente P, y por eso no puedo devolverte con ellos. Entiende que debes pasar unos meses aquí antes de que podamos encontrar a la familia indicada y así asignarte de nuevo una misión. Esa es la explicación del por qué te puse en esta jaula.

-Pues yo aún no lo entiendo.

-¡Carl! ¿Cuántas veces tendré que explicártelo? Hace una hora que llegamos luego de ese horrible viaje y te expliqué la historia mil veces. Ahora se la explico al Agente P y tampoco. Cada vez tengo más ganas de mandarte a la división de Wanda.

-Pero ahí van las mujeres…

-Y tú te ves como una con ese atuendo de pusilánime.

-¡Bueno, bueno! ¡Iré a cambiarme!

Heinz ya no necesitaba seguir escuchando la estúpida conversación. Armado de valor, apretó el gatillo e hizo un corte con su forma en la puerta.

-¿Qué sucede aquí?-preguntó el Mayor Monograma, obviamente el hombre que estaba hablando con Perry.

Cuando la forma de Doofenshmirtz quedó completamente cortada, curiosamente no fue esta sino el resto de la puerta la que cayó hacia delante.

-¿Eh? Esto es ilógico-dijo el jefe de Perry-¿Quién es usted?

El científico se sacó el pedazo de puerta de encima y dijo, enojado:

-Soy el doctor Heinz Doofenshmirtz.

Y miró con cara de odio al Mayor Monograma, quien le devolvió el gesto.

-Ah… el doctor Doofenshmirtz-murmuró.

-Así es…-y luego, se quedó muy sorprendido al ver la escena-oiga, ¿estas cosas son comunes en esta organización?

Y señaló al Agente P, enjaulado, al hombre, sin pantalones, y a Carl, que vestía un ridículo tutú rosado.

-Eh… no… ¡Carl, dijiste que irías a cambiarte!

-No encontré nada y me puse esto-dijo, y se fue a otra habitación.

Doofenshmirtz lo miró y opinó:

-En mi opinión, este chico sufre severas desviaciones.

-¿Por qué mejor no se calla?-le preguntó Monograma.

-¿Y por qué no se calla usted?

-¿Sabe?-le preguntó, cortando el tema-Debo admitir que la suya es una visita inesperada… ¡y por inesperada digo completamente esperada!

Y, con un control remoto en la mano, apretó un botón, haciendo que un grupo de robots, aún más grandes que los anteriores, lo rodearan. Usando su arma, se dispuso a liquidar a todos, aunque el problema era que cada disparo que erraba (bastantes) hacía que el edificio comenzara a desmoronarse poco a poco. Habiendo derrotado a todos, Monograma lo miró con aún más odio.

-Bien... su presencia se está tornando una molestia aquí.

-No se preocupe... estoy acostumbrado a serlo.

El hombre de uniforme verde lo miró, y, tomando una espada de la pared, lo retó a duelo.

-¡En guardia!-le gritó.

Rápidamente, Heinz tomó otra espada y se trenzó en un espectacular duelo contra el Mayor, en donde ninguno otorgaba ventajas al otro. El Agente P no podía hacer más que mirar el gran enfrentamiento.

En un momento, chocaron las armas y pudieron verse a los ojos.

-Nada mal para un cuarentón divorciado-le dijo el jefe de Perry.

-Nada mal para un anciano con peluca-le contestó el enemigo del ornitorrinco.

Luego de unos minutos de lucha, en la que ambos intentaban además esquivar los pedazos de cielorraso que caían, Monograma le quitó el arma y lo amenazó clavándole ligeramente la espada en el pecho.

-Muy bien, hasta aquí ha llegado. Prosiga a ser arrestado.

Nervioso, Heinz estuvo a punto de rendirse cuando volvió a recordar lo que estaba en su bolsillo.

-Este… ¿no puedo pedir un último deseo?

-¿Un último deseo?

-Sí… una foto.

-¿Una foto?-preguntó sorprendido.

-Sí… ¡sonría!-gritó, y, con un rápido movimiento, sacó una de las tantas cámaras que tenía de su bolsillo, y le sacó una foto en la cara.

El flash fue tan cegador que Monograma se echó al suelo y comenzó a revolcarse de dolor, tapándose los ojos.

-¡Aguanta, Perry el Ornitorrinco!-exclamó, tomó la jaula, y lo dejó ir.

El animal tomó su equipo de agente secreto, y el científico se hizo con un par de jet packs. Así, los dos comenzaron a correr como locos por el pasillo, al tiempo en que más robots aparecían y Heinz seguía disparando, con lo cual el edificio se caía más y más. Finalmente, y, luego de salir, la pirámide estalló y ambos, hombre y ornitorrinco, salieron disparados hasta llegar al lado del avión.

Ambos se levantaron, y se quedaron mirando como el lugar se caía poco a poco a pedazos. Doof se miró las manos, y, descubriendo que estaba bien, comenzó a gritar, contento:

-¡Lo hicimos! ¡Estamos vivos…!

El Agente P lo miró con el ceño fruncido. No parecía muy satisfecho, hasta que en su rostro se dibujó una sonrisa y le estrechó la mano. Si hubiera podido hablar, seguramente le hubiera dicho "gracias".

-Oh, no, de nada…

Y se sonrojó, pero luego retiró la mano y dijo, violentamente:

-¡Un momento! ¡Creo que debes recordar que aún somos enemigos!

Perry asintió con la cabeza.

-Pero si quieres que nos sigan considerando así, sólo hay un modo de arreglar esto. Ve a Nueva Orleans a rescatar a tus amos y, cuando estén seguros, te estaré esperando en mi guarida para que tengamos una verdadera batalla. Nada de juegos tontos, será la pelea decisiva. O me vences y muero o voy a la cárcel, o yo hago puré contigo. ¿Trato?

Sin pensarlo dos veces, el ornitorrinco le dio la pata y dejó ir a su némesis.

-Ah, toma esto-le dijo Heinz, dándole el láser-Lo necesitarás más que yo.

Y, usando uno de los jet packs, éste se dirigió de vuelta a Danville. El Agente P lo imitó y se dirigió al lugar que su enemigo le había recomendado: Nueva Orleans. ¿Sería ése el lugar donde sus amos estaban? ¿Sería una trampa? Sólo había una forma de averiguarlo: yendo hacia allí.
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¡El Agente P está de vuelta en acción! ¿Qué pasará ahora? Descúbranlo en el próximo capítulo: "Con una ayudita de Perry".

Por esta vez, no narré lo que sucede con los chicos, sino lo que pasó con Perry y Doofenshmirtz. Y un poquito de Baljeet y sus amigos.

Por cierto, quería aprovechar para desearle un muy feliz cumpleaños a Phineas y a Ferb, ya que hoy 17 de agosto cumplen nada menos que cinco añitos! Y vamos por más!

Phineas y Ferb (c) por :icondanpovenmire1: y :iconjeffswampy1:

Historia por :iconjuli4427:
© 2012 - 2024 Juli4427
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